El niño parecía agotado, como si hubiera sobrevivido al aire libre durante días. Sus manitas y rostro estaban cubiertos de arañazos, sus pasos lentos y vacilantes. Los coches pasaban velozmente uno tras otro, pero nadie se detenía. Estaba completamente solo.
Cuando el agente lo vio, su primer pensamiento fue que el pequeño podía ser un niño sin hogar. Inmediatamente detuvo el coche patrulla, bajó y se acercó con cuidado.
—Oye, pequeñín… ¿quién eres? ¿Dónde están tu mamá y tu papá? —preguntó con suavidad, agachándose para mirarlo a los ojos.
El niño alzó la mirada, asustado, exhausto, en silencio. Y entonces, súbitamente, rompió a llorar. El policía lo levantó con cuidado y lo llevó al coche patrulla.
Aunque magullado y lleno de rasguños, el niño estaba vivo: débil, pero consciente. Lo llevaron a la comisaría, donde los médicos lo examinaron y aseguraron que estaba a salvo. Su foto se compartió rápidamente en redes sociales con la esperanza de encontrar a su familia.
Poco después, recibieron una llamada. Los familiares del niño explicaron que su madre llevaba varios días desaparecida. No estaba en casa y su móvil estaba apagado.
Los agentes decidieron volver a la autovía donde habían encontrado al niño y comenzaron a buscar en los alrededores. Tras un par de horas, divisaron algo al fondo de un barranco escarpado: un coche volcado, completamente destrozado.
Junto a él, inmóvil en el suelo, yacía una mujer. Era la madre del niño. No había sobrevivido.
La investigación reveló que el accidente había ocurrido días atrás. El vehículo se había salido de la carretera y caído al barranco, oculto a la vista. La mujer había fallecido al instante, pero su hijo, de algún modo, había conseguido salir de los restos del coche y trepar hasta la autovía.
Durante días, había vagado solo, hasta que aquel agente lo encontró.
Era una historia desgarradora, pero también un milagro. Contra todo pronóstico, un niño de tres años había sobrevivido a lo imposible… y había encontrado el camino de vuelta a la seguridad.