El soldado golpeaba su asiento; ella, molesta, se giró y vio algo que la dejó al borde del desmayo

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El soldado golpeaba ligeramente su asiento, irritada, ella se giró y vio a alguien que la impactó tanto que casi se desmaya. 😱😱

El avión ascendía lentamente hacia el cielo, y los pasajeros se acomodaban en sus sitios. Pero de repente, una mujer sintió una tensión extraña.

Algo la molestaba: un sonido constante, un golpeteo insistente contra el respaldo de su asiento. No era un toque accidental, sino un movimiento repetitivo. Frunciendo el ceño, se volvió, molesta. Observó a un soldado cuya pierna se movía sin cesar, rozando su asiento una y otra vez.

Al principio pensó que era un simple malentendido. Pero los golpecitos no cesaban. Su irritación crecía, y sentía las miradas curiosas de otros pasajeros. ¿Cómo podía un militar ser tan descuidado, especialmente con una mujer embarazada?

Finalmente, sin volverse, estalló con voz cortante:

—Perdone, ¿puede dejar de mover mi asiento, por favor?

El soldado alzó la cabeza, y al cruzarse sus miradas por primera vez, una sonrisa tímida asomó en sus labios.

Un silencio pesado cayó entre ellos. La ira de la mujer se transformó en confusión… luego en un estremecimiento. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas.

—Tú… —susurró, con la voz temblorosa, el rostro desencajado.

El soldado la miró durante un instante, con esa sonrisa leve que ella conocía. Ella se quedó de pie, los ojos muy abiertos, la boca incapaz de articular palabra. Su corazón latía como loco. —Tú… —repitió, la voz quebrada por la incredulidad.

Era él. Su marido, al que había dado por muerto en combate, desaparecido sin rastro. Y allí estaba, vivo, respirando, con ese porte militar que solo él tenía. Su mente daba vueltas, incapaz de asimilar la realidad.

—Perdona por asustarte —dijo él al fin, con voz serena pero cargada de emoción—. No… no pude avisarte antes. Volví, pero era una misión encubierta, para protegerte.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Se levantó de golpe, temblando, y se lanzó en sus brazos, abrazándolo con fuerza, como si temiera que se desvaneciera de nuevo. Los pasajeros a su alrededor permanecían inmóviles, mudos testigos de aquel instante profundamente conmovedor.

—Pensé que habías muerto —murmuró ella contra su hombro, la voz ahogada por el llanto.

Él la estrechó con más fuerza, como para demostrarle que estaba ahí, con ella, para siempre.

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