Había una época en la que mi marido, Javier, irrumpió en nuestra mansión arrastrando a su amante, y supe que el día que tanto temía había llegado al fin.
No se molestó en disimular el asco en su voz.
—¡No mereces vivir en esta casa! —gritó, señalándome con un dedo que temblaba de rabia.
Su amante, una mujer más joven con una sonrisa de suficiencia, le enlazó el brazo.
—Javier, no pierdas el tiempo. Dile que haga las maletas.
Todos aquellos años en los que lo apoyé —tres hipotecas, dos negocios fracasados, las largas noches trabajando mientras él “perseguía sus sueños”— pasaron como un relámpago ante mis ojos.
No lloré.
No supliqué.
Simplemente dije: —Dadme un momento. Hay algo que quiero enseñaros.
Sus sonrisas burlonas se hicieron más amplias.
Creían que estaba rota.
Creían que me había rendido.
Pero no tenían ni idea de lo que llevaba meses preparando.
Caminé con calma hasta mi despacho y regresé con un documento impecable en la mano.
Una sola hoja de papel.
—Leed esto —dije, dejándolo sobre la mesa.
Javier puso los ojos en blanco y lo cogió con brusquedad.
Pero en el instante en que leyó el primer párrafo, el color abandonó su rostro.
Su amante se acercó para mirar, y en cuanto sus ojos encontraron el texto, se desplomó en el sofá, jadeando de horror.
La madre, el padre y la hermana de Javier, que habían presenciado la escena en silencio, se acercaron confundidos.
Mi voz no tembló.
—Es la escritura de esta mansión. Firmada hace tres meses. Y según consta aquí…
Señalé la línea final en neg# Ordonnance n° 2003-1211 du 18 décembre 2003 portant transposition de la directive 2000/78/ CE du 27 novembre 2000 portant création d’un cadre général en faveur de l’égalité de traitement en matière d’emploi et de travail.
– [Article 2](article-2.md)
– [Article 4](article-4.md)